ESPERANZA EN 'LA PEANA'

Vigente.

Artículo de opinión de Francisco Javier Fernández Espinosa

Serón

Viernes, 17 julio 2020, 00:24

Escribió el poeta romántico cubano José María Heredia: «Mas contrastada la encina/ por huracán inclemente/ abatió su altiva frente/ dejándose despojar». La poesía se presenta de nuevo como el hilo que comunica la crónica con la tristeza. Hace tan sólo unos meses asistimos al vencimiento definitivo de la carrasca de La Poza del Marchal del Abogado, la cual sucumbió a la insistencia de las nieves del pasado temporal que cubrió de blanco a la Sierra de Los Filabres.

Si año de nieves es año de bienes, la naturaleza sigue su curso implacable sin atender al indulto de quienes han sido testigo de los años remotos y nos hicieron concienciar de la importancia de portar un legado. Francisco Giménez Sola rememora con cariño y admiración los tratos y consejos que recibió de su abuela Julia. Sobre sus hombros recayeron 80 Hectáreas de las 350 que componían la finca «El Serbal», sintiéndose honrado como heredero de un patrimonio que lo arraiga sin temor a Serón. Cuestión de patrimonio también es el natural, en este caso patrimonio que engrandece nuestros pueblos. En el año 2016 el pleno del Ayuntamiento de Serón cursó solicitud por unanimidad de todos los partidos políticos con representación municipal, para que las encinas de «La Peana» (ubicada en la propiedad de Francisco) y «El Marchal del Abogado» fuesen reconocidas como Monumento Natural. La burocracia es lenta y anacrónica, manifestándose positivamente la Junta de Andalucía el 29 de abril de 2019.

Durante este período, la salud de ambas encinas fue empeorando, sin ataques de tos visibles pero sí con serias cicatrices por falta de atención especializada y de las inclemencias propias del medio natural. Se convirtieron en reclamo turístico. Todos querían una foto bajo «La Peana» obviando cualquier principio de sostenibilidad y respeto a la propiedad privada, quien no disponía de medios para regular la llegada de autobuses con domingueros. Francisco andaba preocupado. La alegría de ofrecer su legado generosamente y compartirlo con todos, se convertía en noches sin dormir y desencuentros en soledad. El árbol más grande de Andalucía generaba también grandes dolores de cabeza, en busca de una fórmula que permitiese su supervivencia junto a la posibilidad de poder admirar su grandeza.

Tras las nieves que doblegaron a su hermana del Marchal, los síntomas de deterioro ya resultaban alarmantes. «La Peana» resistía sin saber cuántas fuerzas le quedaban.

Francisco y el Ayuntamiento de Serón se pusieron manos a la obra. Entonces por las redes sociales se derramaron las alertas. El Grupo Ecologista Mediterráneo tomó cartas en el asunto, provocando un encuentro con los responsables provinciales de la Consejería de Medio Ambiente amparados en la gravedad del asunto. Llegaron las firmas, los artículos, las televisiones que por fin visibilizaban con tono grave la angustia por salvar la encina. También surgieron voces que decían que sólo era un árbol. Que no era para tánto. Seguramente, podrían ser los mismos incívicos que sembraban basura a su alrededor cada vez que la visitaban para columpiarse de sus ramas. Los que tienen derecho a todo. Los que no saben lo que es la Agenda 2030, la red Natura2000 o el programa Life+.

Seguimos anclados en un ideal erróneo de patrimonio. Además de iglesias tenemos naturaleza. En el Almanzora el entorno natural e inmaterial es de una relevancia notable. También hablo de las fuentes que hay que conservar para el interés común y de las bondades que ofrece la sierra. De los árboles que han convivido con nosotros en los pueblos.

Cada vez que muere un árbol, nuestra civilización pierde una raíz. Deberíamos ser una comarca que piensa en verde y sumar esfuerzos e iniciativas sostenibles, consecuentes con nuestro pasado y presente, para poder mantener la esperanza en la gestión de los recursos naturales que mantienen con vida a los pequeños agricultores, ganaderos y demás autónomos que luchan por el día a día. Como hicieron nuestros padres y sus padres. El progreso también es cuestión de memoria.

La encina de «La Peana» nos necesita aunque frenemos su óbito. Después habrán de llegar la responsabilidad y la coherencia. Si hoy pudiese pedir un deseo, sería este.

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